La Celestina revive hoy en la piel de Charo López,
junto a dos de los miembros de la compañía Ron Lalá: Yayo Cáceres
(dirección) y Álvaro Tato (dramaturgia).
Ojos de agua reúne los más inolvidables pasajes de la obra inmortal de Fernando de
Rojas. Un monólogo sobre el tiempo gozado y perdido, el sexo como placer y
arma, la belleza como regalo y condena, la alegría de vivir a pesar de todo.
Celestina lleva en sus ojos el precio de la belleza
perdida, la independencia a dentelladas, la inteligencia oculta. Celestina es
el poder femenino en la sombra, y también la víctima de su propia astucia.
Celestina
nos hace reír, llorar, pensar, soñar... y nos lleva en la corriente de sus ojos
de agua. Celestina es clásica, es actual, es eterna. La bruja que cuestiona
nuestras convenciones, la vieja que nos rejuvenece, la maestra que aprende de
nuestros errores. Celestina es presente porque es libre.
Gota
a gota, lágrimas de risa y emoción en los Ojos de agua de la maestra
Charo López, que da vida y voz a uno de los más contradictorios, frescos,
hondos y vitales personajes de la literatura universal.
Sobre el espectáculo
Escondida en un monasterio tras los acontecimientos
relatados por Fernando de Rojas en su obra inmortal, Celestina, mítica
hechicera, alcahueta, tejedora de burlas y engaños, rompe su voto de silencio
ante las monjas de clausura para recordar los amores de Calisto y Melibea, los
tejemanejes de los criados Sempronio y Pármeno, el deseo y la rebeldía de
Elicia y Areúsa, el llanto de Pleberio... y, sobre todo, su propia libertad
ganada a pulso.
A lo largo de un día repartido en tres estancias -en
el huerto, la cocina y el telar de ese espacio metafórico-, Celestina va
hilvanando todo el humor, la alegría, el deseo, la muerte y la humanidad que
respira el clásico original. Carcajadas, complicidad, poesía, y el testimonio
divertido, crudo y caliente de una vida que se hace a sí misma a pesar de las
convenciones sociales, prejuicios masculinos, censuras morales y religiosas...
Una vida del lado de las brujas.
Creada a partir de diversos fragmentos de La
Celestina, Ojos de agua desarrolla los grandes temas de la obra
original que enlazan directamente con nuestro tiempo, y explora a un personaje
tan fascinante como contradictorio, en busca de sus secretos más profundos.
Sólo
una actriz de la talla de Charo López podía aceptar el desafío de llevar a
escena a Celestina: a solas, sin artificio. La incontable sucesión de sus
éxitos y premios en teatro, cine y televisión, y décadas de brillante
trayectoria sobre los escenarios de España y América, hablan por sí mismos de
la protagonista de este reto, y hacen de Charo López una de las figuras
indiscutibles del teatro en español.
El director Yayo Cáceres y el dramaturgo Álvaro Tato,
ambos miembros de Ron Lalá, imprimen el sello que ha convertido a su compañía
en uno de los referentes de la escena nacional, con espectáculos como Siglo
de Oro, siglo de ahora (Premio Max Mejor Empresa/Producción de Teatro
2013). Recientemente, Ron Lalá abordó otro de los mitos de la literatura
universal: En un lugar del Quijote (coproducción con la Compañía
Nacional de Teatro Clásico), aclamada por crítica y público desde su
estreno.
Además,
el espectáculo cuenta con el diseño de iluminación de Miguel Ángel Camacho (uno
de los más premiados y reconocidos diseñadores españoles) y el diseño de
vestuario de Tatiana de Sarabia (Premio Ceres 2014) que, junto al resto del
gran equipo artístico, nos hace revivir la esencia de uno de los clásicos más
actuales y poliédricos de nuestra cultura: La Celestina.
Unas palabras del dramaturgo
Unas palabras del dramaturgo
Todo empezó con una llamada. Charo López buscaba un texto para hablar del tiempo despiadado, la belleza perdida, el precio de la dignidad, la conquista de la libertad y la resistencia a la muerte y a la desgracia. Cuando colgué, comprendí que me había llamado Celestina.
Más que preguntarnos cómo adaptar el contenido del original, partimos de la incógnita contraria: ¿qué es lo que no se dice en La Celestina? ¿Cómo fue la juventud de la alcahueta? ¿Qué sucedería si hubiera sobrevivido a las cuchilladas? Contar el antes y el después de lo narrado en la obra de Rojas nos permitiría explorar a fondo una figura que la cultura patriarcal nos ha pintado fea, sórdida, maligna. ¿Quién es realmente? ¿Cuál es su legado? ¿Por qué nos sigue fascinando y perturbando su memoria y su figura? Ahí está su modelo, la Trotaconventos del Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita, y sus descendientes: la Lozana Andaluza de Delicado, la Fabia de El Caballero de Olmedo de Lope, la Brígida del Don Juan de Zorrilla... Todas ellas, nuestras Medeas españolas, nuestras amazonas, nuestras euménides, nuestras vampiresas, nuestras brujas de Macbeth, nos alertan de que Celestina representa toda una estirpe, una tribu, un gremio: el de las brujas, alcahueltas, meretrices, proxenetas, maestras de hacer afeites y rehacer virgos... El poder femenino a la sombra de la civilización, tejiendo destinos con su magia y su libre albedrío, siempre al borde de la pira. Celestina encarna siglos de resistencia.
Y Celestina
es teatro puro, porque es presente, y es presente porque es libre. Su soledad es el precio. Su lucidez es la condena. Dueña de su cuerpo, su mente y su espíritu, como el hidalgo manchego, pero aún más radical en su libertad conquistada y en el precio que paga por ella.
Pasemos una hora con Celestina en la libertad enclaustrada de ese convento de piedra, oculta, a punto de marcharse, perseguida por sus pesadillas, a solas. Añadamos al fantasma de Pármeno en la plenitud espectral de su mocedad difunta, para que cuente y cante. Riamos y lloremos. Y dejemos que nuestras palabras se fundan con las de Rojas, con respeto pero sin reverencia, gozando de sus maravillosos pasajes y fundiéndolos con nuestra inmersión en el alma de la bella vieja bruja.
Todo empezó con una llamada. Ahora puede responder cada espectador.
Unas palabras del director
Álvaro Tato
Unas palabras del director
Hablar de la belleza es hablar de un temor escondido. Unos,
miedo a no tenerla; otros, miedo a perderla. Así la belleza, frágil y fugaz como
la vida misma, nos enfrenta con un espejo que nos muestra aquello que probablemente
no queramos ver: o lo ausente o lo perdido. La Celestina, tejedora de amores
futuros y de virgos, es una de las obras más humanas y descarnadas que jamás se
hayan escrito y el punto de partida perfecto para Ojos de agua, un texto
maravilloso que ofrece al montaje todo aquello que hace falta en el teatro:
magia, poesía y esa crudeza que entraña siempre los grandes temas de la vida.
El
montaje de Ojos de agua pretende, por tanto, ofrecer un espacio mágico
donde se mezclan los planos de la vida de esta Celestina refugiada, y digo esta
celestina y no la Celestina, porque así la hemos visto y la hemos dejado
venir hasta que habitó el espacio mágico de su refugio junto al espíritu de Pármeno
que la acompaña siempre.
A lo largo del montaje esta Celestina nos trae todo el dolor
de su belleza perdida a la vez que su visión a través del humor de su misma
desgracia en sus últimas horas. La tragicomedia de Calisto y Melibea y la vieja
puta Celestina transformada en ojos de agua para traer a ojos de hoy el agua de
ayer que siempre termina enfrentando al hombre a sus grandes temas de la vida:
el amor, la muerte, la soledad, mientras se mira en el agua de este río que
siempre discurre y que llamamos vida.
Con Charo López en escena, junto a Fran García y Antonio
Trapote en la música en directo, traemos estos Ojos de agua mitad agua
de llanto, mitad agua de risa para compartirlo con ustedes.
La función va a comenzar.
Yayo Cáceres